sábado, 24 de enero de 2015

Ciencia, parte 1

Hace un par de días, mis redes sociales se llenaron de links a videos y noticias sobre un metal tan hidrofóbico que hace rebotar las gotas de agua que llegan a su superficie. Suelo recibir novedades de ese estilo, ya que sigo a varias cuentas de ciencia y la mayoría de mis amigos y seguidos son del área; sin embargo, esta vez el impacto fue bastante mayor. 

El ver a tanta gente que, estoy segura, no se definirían como science enthusiasts compartiendo y comentando la noticia, me llamó la atención. Es algo que suele pasar con historias llamativas, con novedades científicas que traen videos entretenidos, como era el caso de esta. Y, si bien me encanta que la ciencia se masifique y que gente que no pertenece directamente a dicha área del conocimiento se vea entusiasmada, me parece que hay varios problemas en el cómo se presenta la ciencia al público general.

Actualmente nos encontramos muy informados, quizás incluso sobreinformados, sobre distintos resultados científicos, como es el caso de este metal, nuevas fotos astronómicas, etc. Los resultados llegan a nuestros newsfeeds con rapidez, y eso nos da la falsa impresión de que la ciencia es dinámica, es rápida, es proponerse un experimento o una idea y realizarla. Se presentan los resultados, no la ciencia propiamente tal que hay detrás, no el hacer ciencia.

Y, con hacer ciencia, no me refiero a un sujeto con mechas a lo Albert Einstein disparando rayos en un laboratorio. Me refiero a meses, años incluso, de tomar datos, de analizar variaciones mínimas, de escribir ecuaciones, de estar sentado frente a un computador, de ensayo y error.

La verdad, es entendible que la ciencia se promocione así en los medios. Probablemente a nadie le llamaría la atención el titular "después del cuadragésimosegundo experimento, científicos aún no logran una placa de metal que haga rebotar el agua". Quizás, científicos de otras áreas lo leerían, y asentirían con su cabeza en silencio, en una privada señal de apoyo moral. Y tampoco es algo que ocurra sólo en la ciencia: nunca se escucha sobre el escritor aún demasiado insatisfecho con su novela como para publicarla, o la banda que aún no logra que su nuevo disco suene como quieren. Lo que nos interesa y consumimos es siempre el resultado final.

Pero en el caso de la ciencia, a diferencia del arte, este consumo de resultados trae dos problemas: en primer lugar, le da al público una falsa idea de que la ciencia es rápida y constante. De ahí vienen los comentarios del tipo, "¿cómo puede ser que aún no haya una cura para el cáncer/VIH/ébola/etc?" "¿Por qué se invierte tanto en telescopios siendo que todavía no se encuentra una cura para el cáncer?" y demases. A pesar de las diferentes escalas, hoy es mucho más fácil tomar una fotografía de gran resolución de una galaxia vecina, que curar el cáncer. Y, al no ver la ciencia detrás, se genera la falsa idea de que se le está dando prioridad a aspectos no tan importantes para el ser humano. ¿El error? Son descubrimientos que operan en planos completamente distintos, y los avances de un área de la ciencia generalmente no ocurren en detrimento de otra. 

Viéndolo desde afuera, estos cuestionamientos no parecen inválidos. Yo estoy, en general, pendiente de las novedades científicas, pero no tengo idea en qué nivel se encuentra la cura del ébola. Menos aún lo sabrá gente que no se informa diariamente sobre el mundo científico. Pero estas dudas, que la mala cobertura de la ciencia genera, lamentablemente abren la puerta a un nicho que busca apovecharse de la pomposa verborrea científica: los charlatanes.

Creo que una de las razones por las cuales la gente cae en tanta cura mágica, en tanta astrología y misticismo, se debe a que estamos acostumbrados a ver el resultado, y no el proceso. 

Supongamos, sólo con fines ejemplificativos, que hay algún proceso mágico que llevan acabo los astrólogos antes de plasmar las predicciones diarias para cada signo. Acá también vemos sólo el resultado: la página de horóscopos del diario. Todos los días está ahí, para decirnos que no confiemos tan rápido en la gente y que nuestro número de la suerte es el 38.  Como toda pseudociencia (o, en el caso de la astrología, mejor decir charlatanería), el místico se aprovecha de la dificultad que tiene la ciencia para explicarse y para mostrar sus procesos. Para el público general, determinar las predicciones de un horóscopo es tan misterioso, desconocido e inexplicable como hacer chocar partículas en un ciclotrón. Con la diferencia que, en el segundo caso, hay ciencia y trabajo detrás. En el primero, posiblemente sólo imaginación y algo de sugestión por parte del adivino.

Muchas veces se señala que a la sociedad le falta pensamento crítico para dejar de aceptar las pseudociencias a ojos cerrados, y es verdad. Pero también le falta conocer la ciencia, ver cómo es realmente. Que la noticia vaya más allá de mostrar el video viral con el experimento funcionando: que se comenten los procesos, que se entreviste a los científicos, y que hablen de sus fracasos tanto como de sus aciertos. Que se muestre por qué la ciencia es difícil, por qué los descubrimientos toman tiempo, dinero y recursos, por qué no es tan fácil como decidir que voy a descubrir la cura para el ébola y, simplemente, hacerlo.

Supongo que las noticias científicas son víctimas de los mismos filtros que el resto de las noticias: si no impacta, no llama la atención. La ciencia, o mejor dicho el hacer ciencia, sigue viéndose como algo lejano, misterioso y, sobretodo, aburrido. Algo de nerds, de asociales encerrados en el laboratorio.

El cambio necesario en este caso no va sólo de la mano de los medios de comunicación o de quienes transmiten la noticia. Va también en un cambio de actitud de quienes hacen ciencia. Pero eso, que era el tema que pensaba discutir originalmente, se vendrá para la parte 2.


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