lunes, 8 de septiembre de 2014

Uno, dos, tres

Demasiadas menciones a blogs en mi vida el último tiempo, me han dado ganas de volver a esto de escribir semi-públicamente. Desde que dejé de escribir acá, y me dediqué a escribir en privado, criticaba bloguear sobre la vida porque para mí esas cosas deberían quedar entre dos papeles. Pero algo tiene, esto. Esperemos no sea un intento fallido, como otros tantos anteriores.

Es extraña, la dinámica del blog. Por un lado, sentarse frente a una hoja en blanco es casi terapéutico, los dedos se van solos, o quizás es un resabio de mi pasado bloguero, que me hace volver a la emoción. Es extraño porque siempre habrá una careta, un personaje; al fin y al cabo siempre existe la esperanza de que alguien más nos lea, y de que ese alguien se sienta identificado, o tocado, por lo que escribimos. ¿Cuán honesto puede ser bloguear, entonces? Yo misma miro este párrafo que llevo escrito, y lo considero irreconocible con el estilo de ese cuaderno que tengo escondido al fondo de mis cosas, donde escribo todas las noches. La idea de que alguien te leerá te da otra personalidad.

Y, escribiendo esto, me doy cuenta que esa personalidad me agrada. A pesar de mi amor por las letras (momento obligatorio para citar a una de mis películas favoritas -- "she was a junkie for the printed word"), nunca me he visto muy de escribir. Llevo años -accidentados- blogueando, si, y más años de los que puedo recordar escribiendo diarios (los primeros que guardo se remontan casi a 20 años atrás), pero, aún así, nunca me he considerado alguien que escribe. Escribir una novela me parece una proeza, del tipo que nunca seré capaz de realizar. Algún cuento, quizás si; he escrito varios, pero no me matan.

Hace un tiempo, cuando mi blog estaba en otro lado y mi vida todavía no se ponía patas pa' arriba, tenía un grupo de gente con el que, todas las semanas, nos juntábamos a leer nuestros textos. Era misión llegar cada semana con un cuentito o ensayo nuevo y destrozarlo entre nosotros. Uno pensaría que verse obligado a escribir sería peor, pero al contrario, cada semana me iba soltando más, las palabras fluían.

Escribir en un diario es diametralmente opuesto a escribir para que otros te lean. En privado, lo que escribas no tiene por qué tener sentido; es para tí, para intentar ordenar tu cabeza, o para callar cosas que no quieres decir, para frenar la impulsividad de gritarle a alguien a la cara: para eso uno escribe en privado, para uno mismo. Escribir para otros... parece ser, se puede entrenar.

Como acabo de comprobarlo escribiendo todo esto, siendo que originalmente sólo venía a dejar constancia de mi regreso.

1 comentario:

chamico dijo...

bienvenida de vuelta! me estaré asomando por aquí :D