sábado, 24 de octubre de 2015

Controlar lo incontrolable

Es muy extraño cuando uno comienza a conocer su ansiedad, a relacionarla con el deseo de control.

Los últimos días han estado muy nerviosos y ansiosos, no he logrado determinar una razón puntual. Anoche tuve una crisis de pánico. Bastante más ligera que otras que he tenido, es verdad, pero ese peso en el estómago, ese frío que va de la cabeza a los pies, esos tremores fuertes e incontenibles, esas punzadas en el pecho, me son perfectamente conocidos.

Hoy desperté calmada, pero demolida, como suelen ser las mañanas tras aquellas noches. Mientras hacía cosas tan mundanas como ordenar mi pieza antes de ponerme a trabajar, pensé: que ganas de tener todo perfectamente bajo control para trabajar. A mi derecha, una tetera con el té que me gusta, a la temperatura perfecta, y mi taza favorita. A mi izquierda, una botella con agua fría, pero no helada, y una caja de pañuelos, pero no los pañuelos que tengo ahora, sino los pañuelos perfectos, los que me gustan, y a la distancia exacta para no tener que estirar demasiado el brazo cuando necesite uno. A mi lado también mi agenda, por supuesto, y todos mis lápices listos y dispuestos para organizar mi trabajo.

Qué ganas de tener todo perfectamente bajo control.

El pensamiento de esta tarde no fue una crisis pero, definitivamente, ambas cosas tienen el mismo origen.

¿Cuándo entenderé que la vida es lo menos controlable que hay?


lunes, 18 de mayo de 2015

Work is the only good thing

There is no possibility, in me at least, of saying, “I’ll do it if I feel like it.” One never feels like awaking day after day. In fact, given the smallest excuse, one will not work at all. The rest is nonsense. Perhaps there are people who can work that way, but I cannot. I must get my words down every day whether they are any good or not.

--John Steinbeck, 
"Working days: The journals of The Grapes of Wrath"


lunes, 20 de abril de 2015

Pattern matching


Es fácil ver por qué la gente cree tanto en cosas como la astrología: buscar patrones, buscar coincidencias, mensajes tan vagos que si no se ajustan a mi vida los ignoro hasta la próxima semana, pero, si se ajustan bien, lo grito a los cuatro vientos.

Yo creo no creer en la astrología, pero yo la más escéptica, la más pensamiento crítico, también busco patrones. También busco coincidencias, y si me desagradan las ignoro, si me agradan las adopto, me regocijo en ellas.

Todo esto, sólo para decir que esta Luna Nueva se vino cu-á-ti-ca.

sábado, 18 de abril de 2015

Luna nueva


Hay dos personas en mí.

Una es la persona tranquila, con autocontrol y rumbo, que no se deja llevar por arrebatos, ni por sentimientos violentos. La persona que no duda, que se siente compañía y acompañada, pero no media naranja, no mitad. La persona que apenas nota si el teléfono no suena el fin de semana. La persona que era antes.

Y la persona trémula. La persona que tiene miedo, miedo de no ser exactamente lo que tiene que ser. La persona que cree, erróneamente, que el sacrificio es la base del amor. La persona para quien el otro está primero, y ella, después. La persona en la que, por tí, me convertí.

No te culpo de todo. La materia prima, probablemente, estaba. Pero es duro mirar hacia atrás y ver cómo cambié, cómo me hundí, como me arrastraste hacia el fondo, cómo cosas que eran tuyas se transformaron en mías.

Cuatro años de mi vida hundiéndome en un hoyo del cual aún no logro salir por completo.

Lo que más miedo me da es lo sutil que fue el cambio. Fue tan lento, que nunca me di cuenta que estaba cambiando, ni que lo que hacía estaba mal. Con claridad, creo que no me di cuenta hasta hoy. 

Antes de tí, yo no era así de temorosa. Antes de tí, no sentía que era necesario sacrificarse para amar. Porque antes de tí amé, si, amé mucho y con locura. Amé con toda la fiebre que mi ser hasta entonces conocía. Pero era amor sano. Amor compañero. Amor de amistad. Amor de igual a igual. En ese amor no temía, porque no me hacían temer. No ponía a otros por sobre mí, porque no era necesario. Era amor que no obligaba, que no pedía sacrificios. Y es que no era necesario sacrificarse: éramos yo y él, amigos, amantes, compañeros, felices. Nunca tuve miedo con él. Nunca sentí que decir que no me traería algún problema. Nunca pensé que fuese necesario decir que sí a todo para demostrar que mi amor era fuerte y real.

Quizás, porque aunque los dos éramos muy jóvenes, también nos sentíamos personas completas. Buscábamos amistad y compañía, comprensión y apoyo. Pero no completarnos mutuamente.

Y después llegaste tú. Tú, tus inseguridades y tú. Ese tú que me hizo pensar que si no lo daba todo, no era amor. Ese tú que me lloraba al teléfono si no era mi todo. Ese tú que me hizo creer que dejar la vida de lado era la manera más verdadera de amar.

Tal vez siempre te sentiste inferior a mí (a veces lo sospechaba). Tal vez siempre te sentiste inferior a mis amigos (eso siempre lo supe). Mirando hacia atrás, no te culpo, porque creo que sólo sentías miedo. Miedo a que yo pudiera vivir sin tí. Miedo a que yo fuera una persona completa y no te necesitara. Miedo a que me diera cuenta, a que recordara, que no es ni necesario ni suficiente necesitar a la otra persona para amarla.

Comenzaron las llamadas. Te extraño tanto, ¿por qué no vienes a mi casa después de clases? Pero es que te echo de menos, si a ellos los ves todos los días. Al principio era un pobrecito, si yo también lo echo de menos, cómo no voy a ir a verlo. Al final era lo único que había. Porque, aunque los viera todos los días, si yo quería estar con mis amigos, me mirabas con cara de cordero degollado. Porque llegabas allá, la única persona de afuera, entre nosotros. Porque no era el hecho de salir, porque para salir contigo no había problema. Porque me ibas a buscar siempre. Porque me llamabas, cuando iba llegando a clases, para que fuera a tu casa. Al principio lo dudaba, después no. Porque estar contigo era lo más importante. Porque todo lo demás venía después.

Y así fue como me ví después, sola y al fondo del agujero. No lo veía con claridad hasta ahora. Sentía que ya había logrado salir, pero me doy cuenta que no. Que habías calado mucho más hondo de lo que yo pensaba.

Hace unos meses atrás hice una limpieza y encontré uno de mis diarios. Era de la época de una relación nueva, después de tí. Mucho después de tí, cuando ya ni rondabas en mi cabeza, y creía haberlo dejado todo atrás. Pero ahora me doy cuenta que todo ahí estaba impregado de tí. Leí pensamientos míos que consideré ridículos, y que aún me da rabia recordar. Pensamientos que eran tuyos. Incluso puedo escuchar tu voz repitiéndolos: ¿es que acaso solo yo no soy suficiente?

Sigo dentro del agujero. A veces llegan réplicas del pasado, y viene tu fantasma a lanzar tierra en mis ojos. Vuelvo atrás. Caigo un poco nuevamente.

Porque es difícil cambiar algo sin tener conciencia de que hay que cambiarlo. Es difícil darse cuenta que lo que has creído los últimos años no es así, que nunca fue así, que antes sabías que no era así, pero que lograron convencerte.



En esta Luna nueva estoy sola contra la tierra. Yo sola escalaré. No hay planetas que ayuden: esta misión es mía. Qué linda noche para un nuevo comienzo, para dejar atrás. Qué linda coincidencia, haber notado todo esto este día, en preparación para esta noche.

Pensé que había cerrado la puerta, pero aún estaba entreabierta. Lo bueno de eso, es que puedo sacar las cosas tuyas que aún quedaban, y cerrarla definitivamente.

domingo, 8 de marzo de 2015

Ni sumisa, ni devota, ni linda, ni loca


En un 8 marzo como hoy, Día Internacional de la Mujer, se observan distintos bandos en las redes sociales. Voy a separar dos de ellos: por un lado, quienes saludan a "las hermosas flores que alegran sus vidas día a día"; por otro, quienes en su intento -con intenciones loables, por cierto- de realmente respetar la libertad y derechos de la mujer, publican frases "progres", como la de arriba: Mujer, ni sumisa, ni devota. Te quiero libre, linda, y loca.

A primera vista, parece tener sentido. Parte de la lucha feminista busca que las mujeres sean ni sumisas ni devotas, sino completamente libres. Con esta frase, quieren demostrar que respetan y anhelan esa libertad para las mujeres.

Sin embargo, hay un problema de fondo. Quizás peco de buscar la quinta pata al gato, pero la famosa frase me parece terriblemente machista. Y del tipo de machismo más peligroso: el invisible, el que está tan arraigado en nosotros, que lo pasamos por alto.

En "El segundo sexo", Simone de Beauvoir plantea que la mujer ha sido, desde el principio de los tiempos, una construcción del hombre. El hombre ve al mundo como a un mundo de hombres y de otros: siendo el otro, siempre, la mujer. La mujer ha sido construida socialmente para ser siempre lo otro. El hombre construye, trabaja, gana dinero, engendra hijos en una mujer. La mujer ha sido construída en base a lo que el hombre hace. El hombre la ha construído socialmente.

Esta construcción es lo que ha forjado algunos de las mayores exigencias que el machismo presenta a la mujer: ser madre dedicada, ser buena ama de casa, ser una esposa atenta, una abuela cariñosa. Ser callada, obedecer al hombre, ser todo lo que es, pero en función de él. Ser sumisa y ser devota. 

¿Y, no estamos haciendo exactamente lo mismo, cuando rematamos con "te quiero libre, linda, y loca"?

En este intento de progresismo, no estamos sino quitando ciertas exigencias para poner otras sobre la mesa. Dejémoslo solo en "te quiero libre". Si ella quiere ser linda, o si quiere ser loca, que decida ella. No pretendo en ningún caso señalar que esto es más grave que un graffiti que diga "Te quiero en la cocina lavando los platos." Sólo quiero expresar que, a mi parecer, aún es exigencia. Aún me están pidiendo a mí, la mujer, lo otro, que cumpla con una descripción, que cumpla con algo que la mujer debería ser. Ya no debería pasarme el día en la cocina, pero si debería ser linda y loca (¿a qué se referirán con loca, por cierto?).

A quienes comparten esta frase, les digo: Mujer, te quiero libre. Libre de ser sumisa, devota, linda, loca, o lo que quieras. Pero, que lo que escojas, haya sido en tus propias facultades, en tu propia libertad.


El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos.
-- Simone de Beauvoir


Otra cosa que vi hoy, en mi pasada por las redes sociales, fue una mujer que etiquetaba a todas sus amigas en una imagen, con ilustraciones de varios cuerpos femeninos desnudos. La imagen también decía: "En la diversidad está la perfección." Sin embargo, quien compartió dicha imagen, agregó a su publicación la frase: "Los verdaderos hombres quieren curvas, los perros necesitan huesos". 

Si eso no es una muestra de que aún quedan cómplices del opresor en nuestro bando, en verdad no se qué lo es.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Ciencia, parte 2

En la parte 1, intenté abordar un poco la mala forma en que la ciencia se presenta en los medios, y como esto se debe en gran parte al hecho que, hacer ciencia propiamente tal, es bastante fome.

A mí la ciencia me encanta, pero si me parece fome y tedioso el proceso de hacer ciencia. Lo cual no quiere decir que, las veces que he hecho algo cercano a eso, no lo haya disfrutado. La percepción de la ciencia como aburrida no es algo exclusivo del público externo a ella, sino también una noción que existe entre los propios científicos. Es raro encontrar a un científico, fuera de su zona cómoda, hablando con emoción de su trabajo, de sus áreas de interés.

Y eso que en el último tiempo ha habido una especie de boom científico en la cultura pop: con series como The big bang theory, o la resucitada Cosmos (de la mano de rock stars científicas como Neil deGrasse Tyson), se podría decir que hasta estamos un poco de moda. Pero aún así, si nos ponen frente a alguien externo, nos sentimos fomes, aburridos, insípidos.

No me cabe duda que todos quienes estamos involucrados, de una u otra forma, en el ámbito científico, creemos que la ciencia es lo máximo. ¿Por qué, entonces, no logramos transmitir esa emoción? ¿Por qué sentimos que lo que hacemos es aburrido, en comparación con el resto?

Llegó a mis manos hace un tiempo una entrevista a Alun Anderson, quien fue editor en jefe de la revista New Scientist hasta hace algunos años. Según el, cuando llegó a trabajar en la revista, en 1990, parecía que era necesario pedir perdón para escribir sobre ciencia. "Perdón, se que esto no te interesará y además no entenderás mucho, ya que es terriblemente difícil, pero lo simplificaré para tí."

Anderson plantea que el problema de la ciencia es un problema en la actitud de los científicos. Que, al hablar de ciencia, se aborda diciendo "perdón, te voy a contar algo súper aburrido, de hecho probablemente ni siquiera quieras escucharlo". Y que, mientras la ciencia siga presentándose así, nadie tendrá muchas ganas de escuchar al respecto.

Este complejo de inferioridad parece ser bastante común en el mundo científico. Va de la mano con el síndrome del impostor, fenómeno psicológico en el cual la persona cree que ha engañado a todo el mundo para llegar donde está, que en realidad no tiene capacidades y que es realmente un fraude. Suena exagerado, pero son problemas de confianza que van bastante relacionados.

Lo que señala Anderson, es que quienes hacemos ciencia debemos empezar a darnos cuenta que dicho trabajo es sumamente importante. Es complicado: uno ve el paper final, la publicación en algún journal de prestigio, y se siente como todo un perdedor mientras tratas de hacer que un mísero código funcione. Así se cae en lo mismo que señalaba en la parte 1: vemos el resultado final, no el proceso. E incluso, quienes sabemos cuán tedioso es dicho proceso, no nos sentimos propiamente parte de él. ¿De qué va a servir que yo escriba este código? De nada, probablemente. Y se nos olvida que hacer ciencia es un proceso colaborativo, que se avanza de pequeños pasos a la vez.

Quizás, nuestro trabajo no se siente importante. Pero eso es porque no nos sentimos parte de un equipo que hace ciencia. Y, hacer ciencia, es sumamente importante. Nos abstraemos tanto de los objetivos finales, que no logramos visualizar el impacto que podría llegar a tener cada cosa que hacemos.

Según Anderson, los científicos deben tomar la actitud de los artistas: "¿Si estoy haciendo algo interesante? Por supuesto que estoy haciendo algo interesante." Al final, el interés de lo que hacemos debemos ponerlo nosotros. Si llegamos, de entrada, disculpándonos por lo aburridos que somos -- nos jugará bastante en contra.

sábado, 21 de febrero de 2015

Razones

There are two reasons why people don’t talk about things; either it doesn’t mean anything to them, or it means everything.

viernes, 6 de febrero de 2015

Ciencia, parte 1.5

"Publican decreto que permite la caza de perros."

"La materia oscura podría darte cáncer."

Dos titulares que leí hoy. Los dos hacen referencia a noticias verdaderas. Y los dos tan terriblemente sensacionalistas, que el resultado de imágenes y eventos en Facebook contra la caza de perros casi me parece justificado.

Sobre la caza de perros: lamentable ver cómo la falta de información distorsionó la noticia. Fotos de quiltros en la calle con #NoALaCazaDePerros, ¿en serio?. Acá la declaración pública de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias y la ed de Investigación en Zoonosis Emergentes y Re-emergentes.

El artículo sobre la materia oscura resulta bastante más interesante: al parecer, sería posible construir detectores de materia oscura a partir de ADN. No he leído en profundidad, pero si la noticia se masifica, no me extrañaría ver reclamos contra los astrónomos por permitir que exista tal cancerígeno, ni campañas para prohibir la materia oscura.

jueves, 5 de febrero de 2015

Letters home

I am afraid of getting older. I am afraid of getting married. Spare me from cooking three meals a day—spare me from the relentless cage of routine and rote. I want to be free… I want, I want to think, to be omniscient.
—Sylvia Plath



domingo, 1 de febrero de 2015

Reality check

No recuerdo cómo, pero en alguna de mis andanzas por internet, hace un tiempo atrás llegué al mundo del sueño lúcido. Suena un poco a inventos místicos, pero la verdad es que es un fenómeno bien documentado por la ciencia y la psicología.

El sueño lúcido corresponde al fenómeno de estar consciente mientras se está soñando. En un nivel de principiante puede relegarse sólo a eso: ser consciente del sueño. Pero la gracia prometida, por la cual seguramente varios de los interesados decidimos adentrarnos más en este mundo, es el poder controlar completamente los sueños.

Hay personas que son soñadores lúcidos naturales. Que les mencionas que es posible ser consciente mientras se sueña, y te preguntan si acaso no es así como siempre se sueña. Para los que no tenemos ese "don", es una disciplina que se puede entrenar.

"Sueño causado por el vuelo de una abeja...", Salvador Dalí
Lo más simpático del caso, es que el primer sueño lúcido que tuve en mi vida fue la noche del día que descubrí el tema. Pasé horas leyendo artículos y testimonios, y sin probar técnica alguna esa noche, logré tener un sueño donde adquirí lucidez y, también, pude controlar un par de cosas. Desde esa vez, decidí que entrenaría para poder dominar mis sueños a voluntad.

Por supuesto, lo primero que hice fue comprar un libro al respecto. Acá en Chile no logré encontrar algo útil —incluso, por primera vez en mi vida, entré a librerías esotéricas—. Sólo tenían para ofrecerme libros sobre el significado de los sueños, lamentablemente parece que todo lo que se refiera al soñar se mete en el mismo saco. Finalmente, en internet compré la que, se supone, es la biblia del sueño lúcido: "Exploring the world of lucid dreaming", de Stephen LaBerge (el pionero en hacer estudios científicos sobre el tema, en la universidad de Standford) y Howard Rheingold.

En la introducción al libro, te prometen que aprender a tener sueños lúcidos puede ser la solución a todos tus problemas: puedes practicar situaciones y conversaciones, enfrentarte a tus miedos, incluso practicar instrumentos. Supongo que hay dos tipos de soñadores lúcidos: los que, realmente, lo enfocan como una técnica de autoayuda, y quienes lo consideran un hobby diferente y entretenido de explorar. Yo me identifico con el segundo grupo, asi que las páginas de testimonios de gente contando cómo cambió su vida el tener sueños lúcidos no me llegaron mucho.

Lo peor del tema es que, como toda técnica que requiere entrenamiento, hay que trabajar. Y bastante. De entrada nos topamos con un problema: es difícil recordar lo que soñamos. LaBerge menciona que es probable que ya hayamos tenido varios sueños lúcidos durante nuestra vida, pero que al despertar no los recordamos. Asi que el inicio de este viaje es entrenar la mente, para recordar nuestros sueños al despertar.  Para esto, se debe tener un cuaderno y un lápiz en el velador y, cada vez que uno se despierta, anotar inmediatamente lo que se soñó. Aunque sólo se recuerden algunas imágenes, o la atmósfera del sueño: hay que anotarlo todo.

Esa parte del entrenamiento la seguí con cuidado desde el principio. Me ayudó que desde hace algunos años venía anotando sobre lo que soñaba, sin alguna razón particular. Retomé mi cuaderno y la verdad es que el dream recall, o la habilidad de recordar los sueños, mejora bastante sólo en algunos días. Pasar de no recordar un sueño en meses, a tener algo que escribir todas las mañanas, fue el primer cambio importante que noté con el "entrenamiento".

"Mimosa", Rafał Olbiński
El resto de las técnicas, lo admito, son bastante más lateras. Algunas de las más eficientes para alcanzar la lucidez implican cosas como despertarse a mitad de la noche por una hora y luego seguir durmiendo, cosa que realmente no estoy dispuesta a hacer. Al menos por ahora, sólo un compromiso simple con este hobby me parece suficiente. De todas formas, mi técnica favorita para alcanzar lucidez, o en realidad para ser más consciente de lo que me rodea (lo que, se supone, en un sueño ayuda a alcanzar la lucidez) es el reality check.

Los reality check son pequeñas pruebas que se pueden llevar a cabo durante el día, para asegurarte que estás despierto. Suena un poco ridículo, ¿cómo no voy a saber si estoy despierto?, pero cuando uno está soñando, la línea puede volverse algo borrosa. El cerebro no sabe diferenciar si lo que está viendo y procesando es un sueño o una realidad. Por eso es que, por ejemplo, las pesadillas resultan tan aterradoras: para nuestra mente, en ese momento, el peligro y el miedo son reales. Cuando se está soñando, cosas como atravesar paredes o que aparezcan personajes famosos, parece de lo más normal. Por eso, se busca entrenar la mente para notar las cosas extrañas, las cosas que en la vida diaria no deberían ocurrir. De esa forma, podemos darnos cuenta que, lo que estamos viviendo en el momento, es un sueño.

La gracia de los reality check es hacerlos seguido, constantemente a lo largo del día, de manera que la mente se acostumbre a hacerlos frecuentemente. Así, al alcanzar un estado consciente mientras se sueña, la mente hará, por costumbre, un reality check... y vivirás ese maravilloso segundo donde exclamarás, ¡ESTOY SOÑANDO! Los primerizos, probablemente se emocionen tanto que se despertarán inmediatamente, frustración que he sentido varias veces. Si no, podrán empezar a ver su sueño desde una perspectiva distinta, e incluso pueden ser capaces de alterar ciertas cosas.

Hay distintos reality checks que pueden hacerse, y la gracia es que no interfieren con la vida diaria. Por ejemplo, taparte la nariz e intentar respirar por ella, o intentar atravesar un dedo por la palma de tu otra mano. En un sueño, podrás respirar sin problemas, y ver tu dedo asomar por el dorso de tu mano no te causará sorpresas. ¿Mi reality check favorito? Observar si las palabras cambian.

Esto se hace así: supongamos que vas caminando por la calle, y pasas al frente de un edificio. Este edificio tiene su número, grande, pintado afuera. Miras el número, desvías la vista por un par de segundos, y miras al número nuevamente. ¿Sigue igual? Entonces, estás despierto. Pero, en tus sueños, la segunda vez verás un número completamente diferente. Puede hacerse con números de las casas, con una frase corta del libro que estás leyendo, con lo que sea. A mí me gusta el de la numeración en las calles, es simple y puedo hacerlo varias veces mientras voy caminando.

Una noche, iba caminando por la calle, camino a un kiosko a comprar cigarros. Iba pasando frente a una casa de paredes blancas, y su número estaba pintado con negro. Con el contraste, el número se notaba bien, por lo que me pareció un buen momento para hacer un reality check. Miré hacia atrás, luego al número otra vez, pero ya no había número: donde recién habían tres dígitos, ahora habían tres caracteres cirílicos. Entonces miré hacia el cielo, y ví nebulosas, auroras, galaxias, y otras luces misteriosas, azules, que se movían por todos lados. Yo seguí caminando, a conseguir mis puchos.


¿Estás soñando ahora?


domingo, 25 de enero de 2015

Las uvas de la ira, por John Ford (1940)


Quienes me conocen saben que estoy un poco obsesionada con John Steinbeck, en particular con "Las uvas de la ira", que definitivamente ocupa uno de los primeros lugares en mi lista de libros favoritos. Anoche vi la adaptación al cine de John Ford, de 1940. La película captura a la perfección la desolación del libro; puedes sentir como se te rompe el corazón al ver las conversaciones entre Mama Joad y sus hijos. Y me encantó el trailer, parece promocionar más la novela que la película.

Soy un poco exigente para las adaptaciones de libros en la pantalla grande: me gusta que sean lo más textuales posible, que vayan linea por linea siguiendo el texto, y John Ford no me defraudó. Solo falló un poco en el que es, a mi parecer, el momento más sublime de la historia, pero el resto de la película logra compensarlo.


sábado, 24 de enero de 2015

Ciencia, parte 1

Hace un par de días, mis redes sociales se llenaron de links a videos y noticias sobre un metal tan hidrofóbico que hace rebotar las gotas de agua que llegan a su superficie. Suelo recibir novedades de ese estilo, ya que sigo a varias cuentas de ciencia y la mayoría de mis amigos y seguidos son del área; sin embargo, esta vez el impacto fue bastante mayor. 

El ver a tanta gente que, estoy segura, no se definirían como science enthusiasts compartiendo y comentando la noticia, me llamó la atención. Es algo que suele pasar con historias llamativas, con novedades científicas que traen videos entretenidos, como era el caso de esta. Y, si bien me encanta que la ciencia se masifique y que gente que no pertenece directamente a dicha área del conocimiento se vea entusiasmada, me parece que hay varios problemas en el cómo se presenta la ciencia al público general.

Actualmente nos encontramos muy informados, quizás incluso sobreinformados, sobre distintos resultados científicos, como es el caso de este metal, nuevas fotos astronómicas, etc. Los resultados llegan a nuestros newsfeeds con rapidez, y eso nos da la falsa impresión de que la ciencia es dinámica, es rápida, es proponerse un experimento o una idea y realizarla. Se presentan los resultados, no la ciencia propiamente tal que hay detrás, no el hacer ciencia.

Y, con hacer ciencia, no me refiero a un sujeto con mechas a lo Albert Einstein disparando rayos en un laboratorio. Me refiero a meses, años incluso, de tomar datos, de analizar variaciones mínimas, de escribir ecuaciones, de estar sentado frente a un computador, de ensayo y error.

La verdad, es entendible que la ciencia se promocione así en los medios. Probablemente a nadie le llamaría la atención el titular "después del cuadragésimosegundo experimento, científicos aún no logran una placa de metal que haga rebotar el agua". Quizás, científicos de otras áreas lo leerían, y asentirían con su cabeza en silencio, en una privada señal de apoyo moral. Y tampoco es algo que ocurra sólo en la ciencia: nunca se escucha sobre el escritor aún demasiado insatisfecho con su novela como para publicarla, o la banda que aún no logra que su nuevo disco suene como quieren. Lo que nos interesa y consumimos es siempre el resultado final.

Pero en el caso de la ciencia, a diferencia del arte, este consumo de resultados trae dos problemas: en primer lugar, le da al público una falsa idea de que la ciencia es rápida y constante. De ahí vienen los comentarios del tipo, "¿cómo puede ser que aún no haya una cura para el cáncer/VIH/ébola/etc?" "¿Por qué se invierte tanto en telescopios siendo que todavía no se encuentra una cura para el cáncer?" y demases. A pesar de las diferentes escalas, hoy es mucho más fácil tomar una fotografía de gran resolución de una galaxia vecina, que curar el cáncer. Y, al no ver la ciencia detrás, se genera la falsa idea de que se le está dando prioridad a aspectos no tan importantes para el ser humano. ¿El error? Son descubrimientos que operan en planos completamente distintos, y los avances de un área de la ciencia generalmente no ocurren en detrimento de otra. 

Viéndolo desde afuera, estos cuestionamientos no parecen inválidos. Yo estoy, en general, pendiente de las novedades científicas, pero no tengo idea en qué nivel se encuentra la cura del ébola. Menos aún lo sabrá gente que no se informa diariamente sobre el mundo científico. Pero estas dudas, que la mala cobertura de la ciencia genera, lamentablemente abren la puerta a un nicho que busca apovecharse de la pomposa verborrea científica: los charlatanes.

Creo que una de las razones por las cuales la gente cae en tanta cura mágica, en tanta astrología y misticismo, se debe a que estamos acostumbrados a ver el resultado, y no el proceso. 

Supongamos, sólo con fines ejemplificativos, que hay algún proceso mágico que llevan acabo los astrólogos antes de plasmar las predicciones diarias para cada signo. Acá también vemos sólo el resultado: la página de horóscopos del diario. Todos los días está ahí, para decirnos que no confiemos tan rápido en la gente y que nuestro número de la suerte es el 38.  Como toda pseudociencia (o, en el caso de la astrología, mejor decir charlatanería), el místico se aprovecha de la dificultad que tiene la ciencia para explicarse y para mostrar sus procesos. Para el público general, determinar las predicciones de un horóscopo es tan misterioso, desconocido e inexplicable como hacer chocar partículas en un ciclotrón. Con la diferencia que, en el segundo caso, hay ciencia y trabajo detrás. En el primero, posiblemente sólo imaginación y algo de sugestión por parte del adivino.

Muchas veces se señala que a la sociedad le falta pensamento crítico para dejar de aceptar las pseudociencias a ojos cerrados, y es verdad. Pero también le falta conocer la ciencia, ver cómo es realmente. Que la noticia vaya más allá de mostrar el video viral con el experimento funcionando: que se comenten los procesos, que se entreviste a los científicos, y que hablen de sus fracasos tanto como de sus aciertos. Que se muestre por qué la ciencia es difícil, por qué los descubrimientos toman tiempo, dinero y recursos, por qué no es tan fácil como decidir que voy a descubrir la cura para el ébola y, simplemente, hacerlo.

Supongo que las noticias científicas son víctimas de los mismos filtros que el resto de las noticias: si no impacta, no llama la atención. La ciencia, o mejor dicho el hacer ciencia, sigue viéndose como algo lejano, misterioso y, sobretodo, aburrido. Algo de nerds, de asociales encerrados en el laboratorio.

El cambio necesario en este caso no va sólo de la mano de los medios de comunicación o de quienes transmiten la noticia. Va también en un cambio de actitud de quienes hacen ciencia. Pero eso, que era el tema que pensaba discutir originalmente, se vendrá para la parte 2.


martes, 13 de enero de 2015

Limítese a pensar

Tener todas las ideas al alcance de la mano hace que ya no nos dé para pensar. El "pensar", en la era de Internet y las redes sociales, ha derivado en un simple "compartir opinión". Creemos que hacer click en el botoncito de "compartir" es equivalente a pensar. 

Actualmente, leo más opiniones que noticias o hechos. Si bien intento ojear diariamente algunos portales de noticias, me atrevería a decir que por cada noticia que leo, leo al menos 3 veces más columnas de opinión sobre el mismo tema.

Incumbiendo un mismo hecho, hay cientos de miradas distintas. Esto siempre ha sido así, y no es malo, muy por el contrario: los distintos puntos de vista son lo que hacen rica una discusión. Un punto de vista opuesto al nuestro puede hacer temblar nuestros cimientos, obligarnos a considerar nuevas opciones. La base del pensamiento, la base del formar opinión, viene de abarcar la mayor cantidad de puntos de vista distintos posibles. Y hoy, gracias a Internet y las redes sociales, tenemos acceso rápido a las opiniones que queremos leer, ya escritas y editadas, sean del color político que sean, del extremo ideológico que sean.

El formar opinión es una habilidad en decadencia. Hagamos un ejercicio: entre a Facebook. Baje en su página de inicio hasta que encuentre a algún amigo que haya compartido alguna columna de opinión. Si sus amigos son como los míos, lo más probable es que dicho enlace haya sido compartido junto con un escueto "100% de acuerdo", o cualquiera de sus equivalentes. Algunos, incluso, van más allá, haciendo derechamente copy-paste del párrafo que más les llegó, que más se parece a lo que ellos creen que deberían estar pensando, introduciendo en el tema a los amigos que le harán click rápidamente para, también, estar de acuerdo. Pocos son los que comparten un enlace, entrevista o columna de opinión, adjuntando alguna pequeña discusión o argumento sobre este (para ir aún más allá: análisis del comportamiento de las personas en la web muestran que no hay correlación entre las veces que un artículo se comparte, y el número de personas que lo leen. Esto, según los data analysts de Chartbeat).

Hoy en día no buscamos construir nuestra propia opinión sobre los hechos: buscamos el medio con la opinión más similar a la nuestra, el periodista/bloggero que haya enumerado más ideas parecidas a las nuestras y, simplemente, lo compartimos. No se discute ni se debate: buenísimo, excelente, 100% de acuerdo, yo mismo no podría haberlo dicho mejor. El problema con esto, es que las opiniones pasan al mismo nivel que los videos virales de guaguas riendo: los cliqueamos, los vemos, nos gusta, a los 10 minutos ya ni nos acordamos.

Pongo como ejemplo de moda el caso de Charlie Hebdo que, confieso, he seguido bastante en redes sociales. Esta última semana, probablemente el 90% de los artículos que he leído han tenido relación con la revista. Y he notado dos tipos de opinión. Si bien todos condenan el ataque, hay un lado que señala que la revista cruzó un límite, que eran islamofóbicos, y que deberían haber imaginado que algo así pasaría si seguían su linea editorial habitual. Otros, defienden a la revista y el hecho de que nada es sagrado, que de todo puede hacerse burla, que cualquier ideología puede e, incluso, debe ser cuestionada.

Hagamos nuevamente un ejercicio de Facebook. Es altamente probable que gran parte de sus amigos hayan compartido algún enlace de ese tipo durante los últimos días. Es casi absolutamente probable, también, que ninguno de esos amigos ha tenido, jamás, algún ejemplar de Charlie Hebdo en sus manos, ni han leído un ejemplar completo, aunque sea online. Se que yo no lo he hecho, ni tampoco, me atrevería a decir, la mayoría de las personas que han estado opinando al respecto. Pero todos esos amigos opinan, o que Charlie Hebdo es un ejemplo a seguir, o que se pasaron de la raya.

No planteo ese ejemplo con intención de caer en el exasperante cliché de "no puedes opinar sobre algo que no viviste". Lo menciono para mostrar que, probablemente, ninguna de esas personas se ha formado una opinión de manera objetiva. Simplemente se repiten opiniones leídas previamente, las que analizamos sin acceso completo al asunto sobre el que se está opinando; opiniones de las cuales, además, se ignora toda frase que pueda habernos hecho algo de ruido. Eso es evidente también en el hecho de que estas opiniones polarizadas parecen ser todas copias unas de las otras. Todas dicen lo mismo, parafraseado de manera diferente.

Ya no nos informamos leyendo los hechos, sino que a través de opiniones. Lo cual no es intrínsecamente malo. El problema es que estamos tan plagados de opiniones en forma de enlaces "llegar y llevar", "cliquear para compartir", que nos preocupamos más de compartir el link que más nos identifica, en lugar de formar una opinión propia. Dime si compartes la columna de Emol o la de El Ciudadano, y te diré quién eres.